Así comenzó todo
Hay vocaciones que
se traen de nacimiento y otras que se adquieren con el paso del tiempo. Lo
primer suerte fue como me sucedió a mí, desde pequeño fue mi deseo ser
profesor. De mis grandes recuerdos de mi madre fue verla enseñando a un grupo
de niños en Irapuato, quienes cuidaban vacas y se acercaron un día a pedir un
poco de agua. Mi madre les hizo la plática y en así fue como se enteró de que
no asistían a la escuela, por lo tanto ninguno sabía leer ni escribir y mucho
menos sumar ni restar. Entonces mi madre los citó a partir del día siguiente.
Tomó una lámina verde que convenientemente estaba por ahí, la usó de pizarrón.
Compró gises y cuadernos, a pesar de que la economía no era la mejor, ella se
dispuso a ayudar a aquellos niños de entre 8 y 15 años, a enseñarles algo que,
seguramente, cambiaría sus vidas. Yo, que en ese entonces tenía 11 años, me
hice cargo de enseñarles lo que hasta ese momento sabía sobre matemáticas. Fue
entonces cuando mi corazón y mi mente supieron que yo quería ser profesor.
Mi primer día de clases como profesor.
¿Cómo olvidarlo? Me
temblaban las piernas, mientras más me acercaba a la universidad en Puebla
donde daría clases, más nervioso me ponía. Recordaba como comenzaban mis
profesores el primer día de clases, para seguir su ejemplo. Pasaron por mi
mente tantas caras y frases de aquellos quienes habían ayudado a labrar mi
futuro.
Respiré profundo
antes de llegar al salón.
Ensayé mi mejor
sonrisa,
¿O mejor debería
verme serio?
Eran chicos de
último semestre de universidad.
Había una batalla
en mí interior.
Pasé el resquicio
de la puerta de aula y en ese momento, todo cambió. Estaba en mi lugar favorito.
No sé si mis alumnos se dieron cuenta de mis nervios o me comporté como el
mejor actor, pero estaba ahí, frente a un gran grupo de futuros comunicólogos
intentando enseñar algo, en ese entonces la experiencia era poca pero mis
sueños muchos. Deseo haber influido para bien en ellos.
De ahí comenzó
todo, más escuelas, mis alumnos se volvieron mis amigos, el aula mi espacio y
el impartir clases la forma de compartir con mis amigos la fuerza y seguridad
de que pueden ser lo que deseen ser, de que pueden ser los mejores y de que se
pueden vivir los sueños.
Para mi ser
profesor es un sueño que vivo cada vez que entro en un salón y comienza la
clase; y aun ahora, me sigo poniendo nervioso ante un nuevo grupo, pero siempre
me motiva la idea de que ahí descubriré a nuevos amigos.
Gracias maestros de
mi vida, siempre tendré en mi mente sus nombres, sus enseñanzas y sus regaños.
Hoy sé que todo lo hicieron por amor a su vocación. Seguiremos luchando por
enaltecer esta hermosa profesión.
Por Aarón Ruiz Robles