Seguramente muchos
de nosotros hemos leído el libro “Un Pavorreal en el Reino de los Pingüinos”
escrito por Bárbara Hateley, Warren H
Schmidt, en el cual nos habla de un mar de empresas dominado por los pingüinos,
esas personas altamente comprometidas con su empresa, organizadas y que llegan
a anteponer las necesidades de la empresa antes que las propias.
El libro narra
que un buen día, un pavorreal llega a esa tierra y con su gama de colores y
propuestas diferentes llega a ser, inquietante para los
pingüinos, ya que ostentaba demasiados colores para un mundo en blanco y negro.
En
esta ocasión, me tomo el atrevimiento de retomar este pequeño gran libro para hablar
de los pingüinos que quieren ser pavorreales, y la verdad es que, hoy día,
muchas empresas viven de las buenas intenciones de dar libertad a las nuevas
ideas o de apoyar a los nuevos talentos, pero una vez que se enfrentan a los "pavorreales", sus almas blanquinegras tambalean, y es que, ¡No te vuelves
pavorreal de la noche a la mañana! Es una metamorfosis compleja en muchas
ocasiones y, en la que, por infortunio, muchos se quedan en el camino,
siguiendo, en el peor de los casos, dos caminos: fingir que lo han logrado o volver a su mundo bicolor.
¿Qué tienen los
pavorreales que vuelve locos a los pingüinos?
Colores,
propuesta, diferencia, y autenticidad, en pocas palabras, personalidad. Pero la
personalidad es tal cual dice el concepto puro de la misma palabra: los rasgos
y cualidades que diferencian a una persona de otra. Entonces, ¿Por qué
establecer fórmulas de tipo 1+1=2 y pretender tener como resultado algo
extraordinario? ¡Eso es tan pingüino!
¿Entonces, de que
hablo yo?
A
un pavo real se le contrata para que inunde con sus colores la empresa, y para
que eso suceda se le deja ser, experimentar, expresarse y equivocarse. ¡Ahora podría sonar a desorden total! y... ¿Por qué no? ¿A caso no se llenan los muros de algunas
empresas con frases (clichés) como “No pretendas tener resultados diferentes
haciendo lo mismo”?
Pero ser un pavorreal va más allá de las frases alentadoras
y repetitivas que salieron de un libro, implica un cambio de actitud que viene
desde los directivos y que bajan eslabón por eslabón, hasta impregnar a
toda la organización.
No
olvidemos pues, que pasar de pingüino a pavorreal, comienza con la voluntad y
termina…. No, nunca termina.
En
este punto, me detengo y reflexiono, ¿Qué pasa con esas empresas con espíritu de
pavorreal pero habitadas por pingüinos? Y mi respuesta redunda en la voluntad
del cambio. No podemos obligar el cambio, eso sería muy pingüino (¡cuan ligera
es la línea que hace la diferencia!), pero sí se trata de invitar a la gente a
ser feliz, o a que busque un reino más acorde a él, lo que si no se puede
permitir es que mientras una empresa pavorreal intenta llenarse de colores, haya
pingüinos desde el interior, pensando en blanco y negro, impidiendo el acceso a
las nuevas ideas, nuevos talentos y nuevos horizontes.
Así
que, aquel pingüino que quiera ser pavorreal, debe emprender el vuelo hacia el
cambio y dibujar colores en sus plumas, o de lo contrario, emprender el vuelo
hacia un reino que lo reciba tal y como es, no se trata de cambiar a todos, se
trata de encontrar al equipo adecuado, tampoco se trata de verte obligado a adaptarte,
sino de encontrar tu lugar.
Por. Aarón Ruiz Robles